22.5.10

Principios de una Cultura






Por: Ixchel Ayes

En nuestra sociedad, muy a menudo surgen situaciones en donde algunos nos preguntamos si en realidad lo que sucede es que, conociendo nuestra cultura la menospreciamos, o simplemente, ignoramos muchos de los aspectos que la comprenden. Al hablar de cultura muy a menudo ignoramos el hecho de que, lo que hicimos ayer forma parte de la cultura del hoy, individual y colectivamente.

Obviamente nuestra manera de vida es parte de nuestra cultura, y se ha llegado a considerar a la arquitectura como un testigo mudo de lo que ocurría durante su desarrollo. La arquitectura, históricamente, ayuda a comprender el estilo de vida de sus habitantes, los principios culturales y éticos de una sociedad en un momento dado. Es de esa manera que Víctor Hugo consideró a la arquitectura como el gran libro de la humanidad, pues también representa pensamientos y creencias de la misma. Una construcción indica el valor de la sociedad que lo ha producido y el tipo de arquitectura de un lugar determinado depende de la organización y nivel de desarrollo de la sociedad que lo produzca.






Existen dos ejemplos claros, dos ciudades que personalmente admiro. Ambas desarrolladas hace más de 2200 años. Tikal, ubicada en la región de Petén en Guatemala, y Copán, en el occidente de nuestro territorio, ambas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 1979 y 1980 respectivamente, esto por, ser sitios de importancia cultural excepcional para la herencia común de la humanidad.

La arquitectura maya siempre se vio alterada a medida que su cultura evolucionaba, especialmente la arquitectura pública, proyectada para uso político y religioso. Esto es lo que conforma mayormente lo que hoy en día vemos aun de pie en estas ciudades. Con solo eso se ha llegado a conocer tanto de una cultura que conocía la astronomía antes de los tiempos de Galileo. La arquitectura maya muestra patrones repetidos en muchas ciudades, pero cada ciudad tuvo elementos distintivos. Para ser el caso, Tikal es una ciudad claramente monumental, con templos de proporciones mucho más grandes que los de Copán, sin embargo, ésta es una de las ciudades más artísticas del mundo maya.





Un elemento variable de ciudad en ciudad, y que claramente se puede observar, es el nivel de relieve de los tallados en piedra. En su época Copán experimentó un desarrollo en este aspecto bajo el mando de su 13° gobernante conocido comúnmente como “18 Conejo”, alrededor de los inicios del siglo VIII de nuestra era, se le atribuye la última versión del Campo de Pelota y muchas de las estelas y altares importantes (ambos monumentos monolíticos), y precisamente, es por cosas como esas que Copán es hoy afamada. Tikal tiene sus mejores ejemplos de arte tallado en los tres volúmenes superpuestos que integran la crestería (o remate) de la mayoría de sus templos. Todo edificio construido en las ciudades mayas aportaba un valor tanto funcional como estético a las mismas.

Por otro lado, en el hecho arquitectónico siempre existen dos tiempos, el proyectar y poner en obra. Las ciudades mayas fueron claramente proyectadas antes de su construcción, pues en un sentido más amplio, la arquitectura no se puede quedar limitada al hecho constructivo del edificio en si, sino que abarca la unión de diversos edificios para conformar unos espacios urbanos más complejos. Muchas ciudades han ido creciendo sin un plan de génesis, quizás por obedecer cuestiones topográficas, pero es sabido que muchas ciudades mayas fueron pensadas en su orientación, dirección y dinamismo formal. Inclusive, Copán y Tikal se desarrollaron estratégicamente cerca de cuencas de agua dulce, Río Copán y lago Petén-Itzá respectivamente.

Ya en la construcción, el repertorio de sistemas constructivos fue bastante limitado, pero lograron la edificación de grandes templos piramidales con sistemas de estructuras compactas. En la arquitectura maya se ven muros de carga, algunas bóvedas, y quizás su avance tecnológico más importante dentro de su construcción, el sistema celular, que les permitió construir obras de hasta casi 70 m. de altura en Tikal. Este sistema consiste en el levantamiento de habitáculos de muros de altura como de 4 m. que luego eran rellenados, con lo que se creaba la solidez interna necesaria para que los cuerpos de estos edificios fueran plataformas estables. Las caras exteriores eran trabajadas con detalle para lograr la imagen final que se perseguía.

También en esta arquitectura existen las tipologías: Palacios, templos, campos para el juego de pelota, torres, edificios astronómicos, baños públicos, mercados, acueductos, inclusive calzadas, indicios de la planificación regional que existió.





En fin la arquitectura maya tuvo todo lo que es hoy la arquitectura. Los mayas fueron grandes arquitectos. Aun no se sabe con exactitud cómo lo lograron, pero personalmente creo que pensaron muy bien en todo. Fueron arquitectos admirables porque, además de que su arquitectura respeta su entorno al mismo tiempo que lo hace parte de él, claramente expresa el poder y esplendor de la civilización maya en sus tiempos. Copán fue y sigue siendo la “Atenas del Nuevo Mundo”, y nosotros ignoramos todo lo que eso conlleva. Los constructores de esta ciudad siempre dieron más con el tiempo y alcanzaron una arquitectura con identidad, y es ahora nuestra herencia. ¿Qué más podemos pedir? Tenemos un tesoro de principios arquitectónicos que no se ven a simple vista, pero que, han estado ahí desde hace más de 2000 años y siguen teniendo el mismo significado. Lo mismo que fue para ellos simetría lo es hoy para nosotros. Así creo pues, que se debe considerar con mucho más detalle todo el legado que esta cultura ha dejado en nuestras manos y acoplarlo al desarrollo de nuestra propia arquitectura.

Bibliografía:
- Introducción a la Arquitectura Maya, Gaspar Muñoz Cosme, Editorial Biblioteca TC, España 2006.
- Secretos de dos ciudades mayas; Copán y Tikal, Ricardo Agurcia Fasquelle y Juan Antonio Valdés, Costa Rica 1994.
- Arquitectura Mesoamericana; Relaciones Espaciales, Alejandro Mangino Tazzer, Editorial Trillas, 2001.